viernes, 23 de septiembre de 2011

DISCURSO DÍA DE LA PROVINCIA 2011


17 de septiembre de 2011 – La Granja de Moreruela

En primer lugar mi agradecimiento al Ayuntamiento de La Granja de Moreruela por su acogida y a la Junta de Castilla y León, que nos ha cedido este espacio, tan significativo y valioso para los zamoranos, para celebrar este Día de la Provincia. Gracias a los organizadores y a todos los que os habéis esforzado para que este evento salga bien. Gracias también al Jurado de los premios Tierras de Zamora, que ha vuelto a acertar, sin duda, sobre todo viendo la elevada categoría de los premiados.

Pues bien, este año queríamos centrar la atención en una de nuestras joyas monumentales, una de tantas que hemos recibido en herencia en Zamora y que tanto nos pueden enseñar cuando, como ahora, vivimos ciertas dificultades.

Presentes entre estas paredes es fácil dejar volar la imaginación y fascinarse con lo que hay más allá de las piedras, porque, aquí, en La Granja de Moreruela, hay otro monumento que no es de piedra, que es su cariño, su afecto y su hospitalidad.

Yo he dejado volar la imaginación –y os invito a que lo hagáis conmigo-. No nos costará situarnos en un monasterio como eran los de la época, creados como fórmulas para repoblar territorios conquistados, fijando población al tiempo que se educaba a sus gentes y se trataba de extraer de la tierra todos sus beneficios.

Por aquél entonces -hace mil años, que se dice pronto- los grandes mandatarios -los reyes- con sus ejércitos, sus armaduras y sus caballos, andaban demasiado ocupados en conquistar o defender sus posesiones como para atender asuntos cotidianos.

La forma de organizar la repoblación y explotación de la tierra la dejaban a menudo en manos de las siempre más organizadas y cultas órdenes monásticas, que, con la mentalidad y los medios de la época, supieron conservar la sabiduría frente a la barbarie y promover el desarrollo frente a la pobreza, las epidemias y los ataques de otros pueblos. Estas órdenes, además de cuidar estas tierras y de sus gentes, custodiaban con esmero su cultura y patrimonio.

Hoy día vemos con orgullo que ese cuidado por lo nuestro, por el patrimonio, sigue presente en nuestras gentes. Ahí están los sanabreses y fermosellanos, premiados hoy por cómo han sabido custodiar y revalorizar su patrimonio monumental y cultural.

No tengo la menor duda de que lo prioritario, hoy, son los grandes servicios públicos. Pero el cuidado del patrimonio debe tener una importancia urgente en nuestras tareas de gobierno.

A un ser humano se le pueden arrebatar muchas cosas, pero su origen, su historia, su cultura -y la sabiduría que encierran- eso jamás nos lo pueden quitar. Hoy, nuestro reto es que jamás se olviden. Y para ello debemos estar siempre pendientes de su conservación, para recordar siempre nuestras raíces: lo que nos hace ser como somos, lo que nos hace distintos y únicos.

La cultura y el patrimonio están en la base del desarrollo de esta provincia. Olvidarnos de ello, o permitir su deterioro, supondría perder nuestra identidad, una traición a nuestros antepasados y una injusticia con las futuras generaciones.

Es una obligación para nuestra sociedad zamorana y castellanoleonesa el mantener y promover nuestro patrimonio material e inmaterial. El derecho a disfrutarlo va intrínsicamente unido a la obligación de conservarlo y mantenerlo en el mejor estado.

Cuidar, conservar y promocionar, también es la labor del Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, premiado hoy con todo el merecimiento, porque veláis por la conservación y promoción de toda la cultura zamorana de mil maneras.

La Literatura, la Historia, el Arte, la Etnografía, la Sociología, y un largo etcétera de especialidades de esta provincia os tienen mucho que agradecer desde el inicio de vuestra actividad allá por el año 1975. También es de agradecer que, siendo personas muy diferentes, os mantengáis firmes en las inquietudes culturales de la provincia, haciéndolo, además, de un modo altruista, porque ningún miembro del Instituto de Estudios Zamoranos cobra por ello.

Pues bien, velar por nuestro patrimonio, nuestra cultura y nuestro pasado supone también aprender de ello: aprender dónde se acertó y dónde se falló. Si los primeros pobladores de estas tierras nos vieran ahora, estoy convencido de que nos recomendarían, en resumidas cuentas, la misma fórmula que a ellos les funcionó para sacar adelante a sus habitantes: esfuerzo, trabajo, constancia, responsabilidad, solidaridad, paciencia…

Estoy convencido de que Martín, como montañero que ha coronado ocho “ochomiles”, también nos puede dar lecciones valiosísimas; la primera de todas: que cuando el ser humano quiere, puede.

Para Martín, nombres como Everest, Annapurna y Karakorum son sinónimo de superación de retos imposibles a priori. Martín, ¿Cuántas veces habrás iniciado una escalada sin saber cuándo alcanzarías la cima? ¿Cuántas habrás tenido que quedarte en el campo base esperando que amaine un temporal? ¿Cuántas habrás escalado sin que las nubes te dejen ver el final de una montaña? Tú sabes que para alcanzar una cima hay que ser paciente, prepararse, llevar el mejor material, saber dónde anclar los splits para que amarren bien y continuar la escalada... Tú has vivido peores tempestades que la crisis, tempestades que te habrán obligado a variar el camino y hacer grandes sacrificios por alcanzar la cima: tu premio es una llamada a sacar lo mejor de nosotros para salir de esta situación.

Atravesamos ciertamente unos años difíciles en distintos aspectos. Se ha repetido muchas veces que vivimos también una crisis ética, de valores. A lo largo de estos años pasados de bonanza en muchos casos se ha buscado la máxima riqueza con el mínimo esfuerzo, y una rentabilidad desorbitada y deshumanizada: descuidando muchas veces el legado que dejábamos a las generaciones venideras.

Por desgracia, en muchos casos, la economía ha sido el centro de las personas y no las personas el centro de la economía.

También el conjunto de las infraestructuras son algo fundamental. Estoy de acuerdo con el Gobierno en el carácter prioritario de la autovía Zamora-Benavente; ningún zamorano considera tolerable que estén todos los tramos ejecutados de la Ruta de la Plata, excepto este; tampoco hay ningún zamorano que no quiera que se haga cuanto antes esta autovía. Por eso, saludo el que todos, Gobierno, instituciones zamoranas y ciudadanos estemos de acuerdo con su carácter prioritario.

Pero, eso sí, el reto del próximo gobierno será reducir al máximo el sobreprecio –que el propio Gobierno ha reconocido- y que ha fijado el nuevo sistema de licitación, que no es malo ni bueno, sino que depende de a qué lo apliquemos.

Tenemos que encontrar los mecanismos legales y económicos necesarios -que existen- para reducir el exceso económico que supone esta fórmula. Pero con la premisa básica e irrenunciable de que no suponga ningún retraso añadido a los que ya hemos sufrido. Del mismo modo, hay que estar vigilantes para evitar que, dicho exceso de precio, excuse futuras inversiones en esta provincia.

Pues bien, es el momento de aprender de los errores y enseñar a nuestros hijos que el que algo quiere, algo le cuesta; que las cosas tienen un precio -que debe ser justo-; que no se puede vivir por encima de las posibilidades de cada uno; que con el dinero hay que ser responsable; que a nuestro alrededor hay personas que sufren y tienen necesidades mayores que las nuestras…

Acerca de esto último, la Asociación Zamorana con el Sahara, premiada hoy, también nos da una importantísima lección cada año trayendo a esos niños necesitados de una nación que durante la Transición dejamos abandonado a su suerte. Un pueblo, muy unido al zamorano, que hace 35 años quedó en un estatus transitorio de “pueblo refugiado”, un estatus transitorio que, de manera injusta, se ha convertido en permanente.

Quizá ya sea hora de denunciar la hipocresía que los gobiernos mantienen con el Sahara, que tiene derecho a ser un país libre. En este aspecto, la Diplomacia debe sumar a su papel de evitar conflictos el de resolver problemas. Nuestros hermanos del Sahara lo necesitan.

Quizá esta crisis tenga de bueno el descubrir que hay personas y pueblos que viven situaciones muy duras desde hace muchos años.

Pero, en medio de una situación económica difícil, encontramos aquí mismo, en Zamora, ejemplos de empresas y empresarios, personas que han resistido, gracias a su buen trabajo -apoyadas muy seguramente en los valores que he enumerado antes-.

Es el caso de Destilerías Panizo, una empresa familiar que ha sabido mantenerse y modernizarse -conservar la calidad de sus productos- en un mercado realmente complicado. Panizo fue además la primera empresa que se instaló en un polígono construido por la Diputación de Zamora, el de Camarzana de Tera, allá por 2008.

Mi enhorabuena también para vosotros porque, generación tras generación, seguís apostado por Zamora, por quedaros y crear empleo aquí. Vuestro éxito demuestra que invertir en el medio rural es rentable. La globalización, que tiene aspectos negativos, también tiene muchas ventajas, como permitir que una gran empresa se instale en un pequeño pueblo de nuestro medio rural y desde allí exporte al resto del mundo.

Panizo, igual que Francisco Contreras, son el ejemplo vivo de que apostar por Zamora siempre genera beneficios. La labor de Francisco también es vital para el desarrollo de esta provincia. Os hablo de una persona muy activa en las relaciones comerciales, probablemente siguiendo la estela familiar que inició su abuelo, Severiano Viñas, creador de Industrias Mecanográficas, que hoy sigue en la calle El Riego, de Zamora, como “Electrodomésticos Viñas”. Hoy día, hay pocos empresarios que no conozcan a Francisco; sobre todo, si tienen relaciones con Portugal. Allí, en el corazón del país vecino, se mueve como pez en el agua organizando encuentros, visitas, reuniones y demás contactos entre empresarios portugueses y españoles.

Todos los premiados de esta edición sois personas o instituciones ejemplares; por superación, por la lucha por mantener y promover lo nuestro, por denunciar injusticias y defender los derechos de los desfavorecidos o por dejaros la piel por nuestra gente, nuestras empresas y trabajadores.

Es el momento de pensar en factores fundamentales como la confianza en las personas, la austeridad, la solidaridad, el sentido común, la sinceridad… Cuando se conoce la verdad, se genera confianza y es entonces cuando se puede hacer frente a los problemas y avanzar por la senda correcta, aunque sea angosta.

El momento actual nos obliga a revisar nuestra forma de actuar: debemos generar certidumbre, confianza -en las personas y en el futuro-. Es el momento de crear escenarios seguros y buscar nuevas formas de compromiso entre dirigentes y sociedad; en todos los niveles.

Pero quiero destacar que, también hoy, con una mirada optimista, comprobamos que aumenta la preocupación por el BIEN COMÚN y que ésta adquiere una dimensión global y se orienta hacia las futuras generaciones: las que nos agradecerán o reprocharán lo que hagamos hoy.

A partir de ahora, la solidaridad entre generaciones debe ser una pauta fundamental para juzgar cualquier forma de gobernar. No debemos aceptar decisiones que, estando por encima de nuestras posibilidades, nos entreguen a la usura o condenen a nuestros nietos a pagar nuestros errores, ni económica ni socialmente. No es justo.

Pues bien, creo firmemente que todas las decisiones políticas y económicas deben encaminarse a la justicia, el desarrollo y la libertad de las personas, independientemente de si viven en las grandes urbes o en el medio rural. Porque tras una operación financiera, tras una empresa, tras una decisión política hay personas que, dependiendo de lo acertado de nuestras decisiones, pueden arrastrar desigualdades e hipotecas -de las que no son responsables- para toda su vida. Lo resumo en una palabra: ¡Responsabilidad! Responsabilidad en nuestras decisiones bajo la premisa del bien común.

Por eso hoy, la austeridad, la cordura, la solidaridad, el esfuerzo, la preparación, la dignidad de cada persona y cada trabajo adquieren un relieve máximo. Y somos los gobernantes quienes estamos, no llamados, sino obligados a dar la talla y tomar las decisiones adecuadas. Decisiones serias tomadas por personas capacitadas; bien estudiadas y bien planificadas, no tomadas a la ligera, y que se aparten de electoralismos y favoritismos para orientarse definitivamente a ese bien común, al equilibrio entre medio rural y urbano, y a la solidaridad con las generaciones futuras.

Desde estas piedras, cargadas de simbolismo y desde nuestra historia; en este Día de la Provincia con una representación tan numerosa de toda la sociedad zamorana, quiero acabar lanzando un mensaje de confianza. Y me apoyo, una vez más, en los premiados. Personas como vosotros, que suben montañas imposibles, crean trabajo donde parece no haberlo, triunfan en el exterior, o luchan por los derechos de los indefensos; tenemos innumerables testimonios para confiar. Hay mil razones para la esperanza, nuestra meta sobrepasa las líneas del horizonte.

Muchas gracias, ¡feliz día de la provincia!